Cristina Fernández de Kirchner 20 de Noviembre del 2007
Gracias. Madres, Abuelas, HIJOS, argentinos y argentinas, Presidente: quiero decirles que no tengo que tomar ninguna bandera porque siempre la he tenido en mis manos como usted, desde siempre.
Quiero contarles sobre la segunda vez que entré aquí. La primera había sido un día que habíamos venido por primera vez con un conjunto de ex detenidos desaparecidos que habían estado aquí, organizaciones de derechos humanos, éramos muchos y de repente el tema de entrar, de conocer, de ver. Pero recuerdo la segunda vez que vine porque fue en la tarde del 24 de marzo del 2003, ese día que usted, Presidente, dijo algunas cosas como siempre a todos los argentinos.
Esa tarde, cuando ya todos se habían ido, cuando no quedaba nadie, regresé con mi hijo, que debe estar por ahí entre ustedes o ahí a los costados, y quiero contarles que ese día fue un día de especial conmoción, porque al entrar a ese lugar éramos muy poquitos, apenas cuatro o cinco, y con toda la carga de lo que habíamos vivido por la mañana y por la tarde, fue algo muy conmovedor. Creo que podría vivir cien años más y nunca podría olvidarlo.
Quiero decirles que estoy muy contenta, pese a que no lo parezca. Me encanta escucharlos a ustedes cantar el himno con alegría, porque, como decía el Presidente, les recordaba otras épocas, otros compañeros donde había mucha alegría. Porque para pelear por los demás, para construir la Patria y un país mejor, hay que hacerlo con alegría, con mucha alegría en el corazón, en las acciones. Nunca fuimos tristes, nunca, siempre la alegría del compartir del saber que era posible y deseable vivir en un mundo mejor.
Quiero reafirmar en esta hermosa tarde de sol, el compromiso de un proyecto político con memoria, la verdad y la Justicia.
Estamos muy contentos por este paso trascendental que, como ha señalado el Presidente, ha dado la Cámara de Casación y que esperamos que también haya muchos más pasos trascendentales en todos los ámbitos de la Justicia para equilibrar definitivamente el país. Porque un país sin Justicia es un país desequilibrado.
Lo que equilibra, lo que repara, lo que reconcilia a los argentinos es la Justicia, la Justicia para todos. Una Justicia con derechos, defensa al debido juicio, derecho que no concedieron a otros miles y miles de argentinos pero que esta democracia, que esta República sí concede aún a los genocidas, represores, torturadores y desaparecedores.
Porque esa es la clave de la construcción democrática: igualdad ante la ley y acción reparadora de la Justicia para todos, para las víctimas, para los familiares, para los sobrevivientes y también para los que siendo miembros de esas Fuerzas Armadas, no hayan tenido nada que ver, para que de una vez por todas se separe la paja del trigo y, entonces, con memoria, con verdad y con Jusiticia los argentinos todos podamos volver a mirarnos en la cara. Porque, en definitiva, es esa acción la que nos constituye nuevamente en ciudadanos y ciudadanas.
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