Almuerzo en honor del presidente de Brasil !
viernes, 22 de febrero de 2008
PALABRAS DE LA PRESIDENTA CRISTINA FERNANDEZ DE KIRCHNER EN EL ALMUERZO OFRECIDO EN HONOR DEL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA FEDERATIVA DEL BRASIL, LUIZ INACIO LULA DA SILVA
Señor presidente de la República Federativa del Brasil, querido amigo Luiz Inacio Lula Da Silva, comitiva que lo acompaña, señores ex presidentes de la República Argentina; señores ministros; señoras y señores: es para mí un día muy especial recibir en visita oficial de Estado al presidente de la República Federativa del Brasil.
Fue mi primer viaje cuando fui electa presidenta y allí pudimos articular una forma de funcionamiento de reuniones semestrales que comenzamos a inaugurar en este período, en la cual dada mi condición de mujer también sugerí que los acuerdos y todo aquello que firmáramos tuviera plazos con objetivos claros, por estas cosas que tenemos las mujeres, que siempre estamos pidiendo plazos y cuándo se van a hacer las cosas. Es una cuestión casi de género, que afortunadamente fue comprendida por mi colega de la República del Brasil, y pudimos articular este funcionamiento que comienza en este primer acuerdo que estamos firmando hoy con puntos claros, concretos y objetivos.
Pero más que a las cuestiones que acordamos quiero referirme en este almuerzo a algunas cuestiones que abordó el presidente Lula en su intervención anterior. La primera, la de caracterizar una época que vivió nuestra región, la América latina, con doctrinas, con teorías que trajeron dolor y tragedia a millones de hombres y mujeres. Y nosotros, usted y yo Presidente, hemos tenido tal vez una suerte que otros militantes nacionales y populares, también democráticos, no tuvieron cuando les tocó el ejercicio de la presidencia. Es precisamente estar hoy en un mundo en el cual aquellas teorías que nos habían hecho despreciar lo nuestro, que nos habían hecho creer que éramos inviables, que habían pensado que estábamos casi determinados fatalmente a ser inferiores y a tener desventajas en el intercambio comercial, casi una suerte de dependencia estructural y fatal, se han derrumbado. Y ha surgido esta nueva hora en América del Sur, en la cual, como nunca me canso de repetir, los gobernantes comienzan a parecerse cada vez más a los gobernados.
Tenemos la suerte entonces de encontrarnos en esta etapa militantes de partidos políticos que siempre apostamos a la unidad latinoamericana, que nunca creímos en las hipótesis de conflicto que algunas mentes febriles instalaron durante décadas en América del Sur e impidieron que Argentina y Brasil se constituyeran precisamente en el eje de transformación de una región que necesita de la recuperación de su sociedad, de sus hombres y de sus mujeres.
Ayer me visitaba en mi despacho el gobernador de la provincia de Misiones, Maurice Closs, un joven electo hace pocos meses. Venía a pedirme precisamente la posibilidad de construir puentes sobre el río Uruguay hacia el Brasil, en dos localidades, que eligiéramos en cual de las dos pero que necesitaban imperiosamente comunicarse físicamente ambas regiones. Me decía "claro, lo que pasa es que por el tema de la seguridad nacional no se construían puentes, no se construían rutas, no había gasoductos". Y yo lo corregí, no era por la seguridad nacional, era por la estupidez nacional que no se entendía el potencial que significaba articular Argentina y Brasil como una región, en un mundo, en el que como se va a caracterizar y ya se está caracterizando en el siglo XXI, energía y alimentos van a ser claves del desarrollo.
Tenemos la suerte presidente Lula, querido amigo Lula, de estar en una época diferente. Somos la generación que va a tener el altísimo desafío, la inmensa responsabilidad de abordar el siglo XXI, de recolocar y reposicionar a nuestra región, que por primera vez ante una crisis mundial no entra en crisis como siempre pasaba. Esto significa, por sobre todas las cosas, la solidez de los modelos de crecimiento y desarrollo, pero por sobre todas las cosas el afianzamiento de un modelo de acumulación, no solamente económico sino además social y político, absolutamente diferente al que teníamos durante las décadas pasadas. Es una oportunidad histórica.
Alguna vez cuando recién lo conocía, cuando acompañaba al presidente Kirchner a hablar con usted, me acuerdo que en la primera reunión que tuvimos en El Calafate dijimos que nunca las generaciones venideras perdonarían a esta dirigencia si no aprovechábamos esta inmensa posibilidad, que no significa una vida en rosa, una relación en la cual siempre estemos de acuerdo en todo; seguramente habrá diferencias y en algunas actividades y en algunos momentos podremos tener intereses que parezcan contrapuestos, pero que si profundizamos el proceso de integración y además le agregamos la complementariedad que necesariamente debe haber y que se está dando ya en nuestras industrias más que en forma incipiente, vamos a sortear esas diferencias. Porque cuanto más profunda sea la integración, cuanto más grande sea la complementariedad, menos motivos habrá para que algunos resabios, algunas pequeñas minorías todavía sigan soñando con que no podamos construir y profundizar este MERCOSUR, van a saberse definitivamente derrotados.
En este día de lluvia quiero contarles algunos detalles a todos ustedes. Había preparado una recepción especial, por primera vez íbamos a utilizar la fantástica plaza Cristóbal Colón remodelada, con sus fuentes, sus saltos de agua; iba a entrar por una alfombra maravillosa, que la lluvia mojó por supuesto, el presidente de Brasil; iba a ser la primera visita en esa plaza, escoltado por los granaderos, y bueno, vino la lluvia. Pero no se preocupe Presidente, yo voy a contarle algo que muchos argentinos ya saben porque lo he contado en otras oportunidades: es de muy buen augurio la lluvia que hemos tenido hoy, cuando me casé con ese hombre que está sentado al lado suyo llovía a cántaros, y acá nos tienen. No quiero decir que me vaya a casar con usted pero creo que esta lluvia puede habernos arruinado un modelo de recepción, que seguramente vamos a estrenar con algún otro presidente o presidenta de la región, pero quiero decirle, Presidente, que no solamente tiene en esta mujer hoy presidenta de la República Argentina, una convicción personal acerca del destino común que tienen Brasil y Argentina sino también una militante política absolutamente comprometida con esa idea. No es solamente un rol institucional y diplomático el que estoy cumpliendo aquí.
Hoy con usted hablaba de la responsabilidad de la mujer. Usted como yo pertenecemos a esa generación de militantes políticos donde no había diferencias entre mujeres y hombres en nuestras estructuras partidarias; es más, una mujer podía ser más importante que un hombre, de hecho muchas veces lo era dentro de las propias estructuras militantes. Es cierto que eso por allí no se repetía en los partidos tradicionales pero aquí estamos en marcha.
También quiero decirle que me siento muy responsable del rol de género, pero más que del rol de género me siento responsable como militante de una causa que siempre ha abogado en la democracia, en el respeto a los derechos humanos, en el interés del pueblo, en el interés del que usted recién hacía mención diciendo de qué lado se debe estar, y no significa que no se deba gobernar para todos, pero muchas veces hay unos pocos que siguen sin entender que gobernar para el pueblo es en definitiva gobernar para todos, para los que menos tienen y también para los que más tienen, porque vivimos entonces en mejores sociedades, más seguras, más solidarias y con mejor calidad de vida. En eso estamos y es nuestro compromiso, primero como militante, luego como mujer y fundamentalmente, por sobre todas las cosas, como argentina y latinoamericana.
Muchísimas gracias, muy bien venido señor Presidente. Vamos a brindar por Brasil y por la República Argentina. (Aplausos)
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